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miércoles, junio 06, 2007

Adán y Eva

Leyendo el texto de Vicente Verdú “El trabajo sin felicidad” me han venido a la mente las imágenes de las películas medievales que tanto me gustaban cuando era pequeña. Caballeros valientes, que luchaban por el honor, defendían su patria y eran fieles a su rey y su amada. Y aquéllas princesas sentimentales, frágiles, que esperaban pacientes en el castillo y eran sumisas a la opinión de su padre el Rey para contraer matrimonio, excepto cuando aparecía el amor; en ese caso podían ser capaces de todo: huir con el ser amado para evitar bodas indeseables o escapar de la jaula en la que vivían.

Me pregunto si ese impulso de insumisión era por la infelicidad que las rodeaba, en su mundo monótono y seguro. Tenía todo lo que podía necesitar para vivir, pero la mente necesita algo más para ser feliz. Somos seres complejos que codiciamos todo aquello que vemos o imaginamos. No podemos conformarnos si sabemos que podemos llegar a más, la sociedad nos bombardea constantemente con el consumismo y lo asocia a la felicidad.
Tanto el hombre como la mujer han trabajado lo necesario para poder vivir medianamente bien, la mujer se ha incorporado al mundo laboral porque quería cambiar sus roles y demostrar al mundo (ella misma ya lo sabía) que podía igualar a su marido.

La ciencia y la política internacional han servido a la mujer para dar a conocer de que es capaz, sin dejar de lado su parte maternal. Y más tarde, estoy segura que lo harán en los países donde a día de hoy ser mujer es sinónimo de sumisión al padre de familia. El problema es que una vez en lo alto, parece que ellas pierden el interés por mantenerse arriba y buscan formar una familia y ocuparse de ella, para demostrarse, esta vez a si mismas, que son capaces de ser buenas madres. Y lo necesitan, porque el trabajo no les da la felicidad que esperaban, porque las personas no somos más felices por ganar más, sino por aquellas pequeñas cosas, de la vida diaria a las que cada vez damos menos importancia.

A partir de hoy me he propuesto pararme a disfrutar de esos minutos libres al día, para soñar y planear placeres sencillos, un café con los amigos, una cena tranquila o un sueño reparador. Como mujer quiero la igualdad en el trabajo y en la vida cotidiana, pero no por ello voy a perder mi felicidad y mi salud, porque valoro más poder decir que estoy satisfecha con mi vida que con mi nómina. Si no que me expliquen de donde vienen tantos problemas cardiovasculares y de depresión, abramos y los ojos, y preguntémonos que es de verdad necesario para hablar de paraíso.